A veces admiramos a otras personas pensando que sus vidas son realmente geniales y vale la pena imitarlos. Vemos sólo lo que nos permiten ver, grandes mansiones, automóviles, aparatos caros, etc.
Creemos que tienen una vida maravillosa y nos gustaría poder ser tan afortunados como ellos.
Vemos personas que llamamos triunfadores y leemos acerca de su gran éxito en los negocios, el deporte, la política, etc. Nos encantaría poder hacer las cosas tan bien como ellos.
Tendemos a idealizar a esas personas y creemos realmente que estamos muy lejos de su nivel. No se nos ocurriría compararnos con ellos y, a veces incluso, nos sentiríamos felices si pudiéramos hacer un tercio de lo que pueden ellos hacer. Y en realidad ese es el problema real. Continúe leyendo