Recuerdo que un día, cuando era un niño pequeño, sentí mucho miedo de perder mis juguetes, me sentí muy preocupado con ese pensamiento. Mi madre me preguntó por qué estaba tan molesto y le dije que tenía miedo de crecer, porque me encantaba jugar con mis juguetes y, nunca había visto a un adulto jugando con juguetes. (Estaba tan equivocado entonces…).
Mi madre sonrió y me dijo que no necesitaría mis juguetes cuando creciera y, que la vida siempre te da algo a cambio.
No pude entender eso en ese momento, pero me sentí un poco más tranquilo al escucharlo.
Algunos años después, cuando estaba en el inicio de mi adolescencia, sentí el mismo “miedo a la pérdida” cuando un amigo mío muy cercano se mudó al extranjero.
Pensé que el fin del mundo había llegado para mí y que ya nada sería igual, nunca conocería a nadie como él y nadie más compartiría mis aficiones, gustos y aventuras nunca más. Continúe leyendo